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Cerámica romana altoimperial I: la producción de terra sigillata

La cerámica es uno de los aspectos más dinámicos de la cultura mueble romana, constituye casi el ochenta por ciento de los hallazgos que se producen en las excavaciones arqueológicas; su estudio nos ayuda a reconstruir la historia que nos precede (Beltrán, 1990). Las cerámicas de mesa romanas son, actualmente, los más importantes instrumentos con los que cuenta el arqueólogo de campo para la datación de las unidades estratigráficas de la excavación (Sotomayor, 2005: 7).


En torno al año 45 a.C. -aproximadamente-, los mercados romanos occidentales ven aparecer una serie de productos -inéditos hasta el momento- caracterizados por unas superficies brillantes y rojas -semejantes al barniz-, obtenidas mediante una cocción oxidante en hornos de irradiación y a base de una pasta muy rica en hierro, potasio y magnesio. Dichas cerámicas supondrán el final de las producciones romanas de barniz negro, y el inicio de una cerámica que irá evolucionando durante todo el Imperio romano (Beltrán, 1990: 64). A través de la terra sigillata -itálica, sudgálica e hispánica- podremos ir conociendo con detalle algunos aspectos de las relaciones comerciales y del panorama económico del mundo romano altoimperial (Beltrán, 1990: 11).


La terra sigillata itálica comienza a aparecer en contextos de segunda mitad del siglo I a.C. y de primera mital del siglo I d.C. (Roca Roumens, 2005: 83). Por otro lado, desde época muy temprana comenzaron a activarse los centros de fabricación galos, cuyas primeras cerámicas saldrán al mercado precediendo brevemente al periodo de comienzo de debilidad de la sigillata itálica; se difunden especialmente entre los años 20 y 40 d.C., ocupando los mercados provinciales y haciendo acto de presencia temprana en Hispania (Beltrán, 1990: 89).


En Hispania la introducción de las vajillas romanas comenzará a significar la decadencia de las cerámicas autóctonas a partir del s. I a.C. En la sigillata itálica se observa la presencia de los productos de Arezzo, Puteoli, Pisa, valle del Po y otros territorios -cuestión que podremos estudiar en las siguientes entradas del blog-; durante esta centuria también se encuentra la expansión de la sigillata gálica, seguida de las creaciones hispánicas. La sigillata hispánica responde a creaciones basadas e inspiradas por los modelos anteriormente mencionados, convirtiéndose todos ellos en los elementos datantes más estables hasta las centurias bajoimperiales (Beltrán, 1990: 11).


Es necesario dedicar esta publicación en el blog a la producción de la terra sigillata, su característica respecto a otros modelos cerámicos, como es su elaboración a través de un molde sin recurrir al torno -a excepción del retoque final-; así como su sello de alfarero. Además, comenzamos a tener numerosas monografías dedicadas a las nuevas excavaciones y a los nuevos talleres y centros de producción descubiertos (Sotomayor, 2005: 7).


La terra sigillata es una producción cerámica modelada a molde y torno, dicha definición explica los rasgos morfológicos de estas piezas y está apoyada en los descubrimientos de los moldes en contextos de alfares (Fanlo Loras, Soro y Pérez Lambán, 2010: 226). Las piezas se realizaban en arcilla refractaria, de tono brillante y sin barniz, con la superficie porosa para facilitar la absorción del agua -que, a veces, se favorecía mediante perforaciones- (Beltrán, 1990: 19). En el molde y con la arcilla tierna, con el uso de punzones se estampaban decoraciones impresas en negativo, y de esta forma al aplicar la arcilla en el interior se reproducían en positivo dichas decoraciones.


La pasta se introducía dentro del molde, presionando fuertemente contra las paredes del mismo, al objeto de imprimir con fidelidad las decoraciones, y después se hacía girar todo el conjunto sobre el torno para trazar la pared interior, levantando el labio en la forma deseada, o aplicándolo sobre la parte superior del molde (Beltrán, 1990: 19).


Proceso de obtención de una vasija de terra sigillata a partir de punzones y moldes (seg. Hofmann, B., 1968, 43 ss en Beltrán, 1990)


Tras el secado de las piezas -proceso que duraba casi una semana-, se realizaba una limpieza de las superficies internas y externas de asperezas, rebabas y otras imperfecciones; se aplicaba, tras ello, un baño con arcilla líquida de la misma calidad que la empleada en la confección del recipiente. El tratamiento especial que se le hace a la ts es un recubrimiento con un pigmento, una capa muy fina con una base muy líquida y fluida, que en su composición debía tener un fijamento óptimo para que se adhiriera al recipiente (Beltrán, 1990: 19).


Ya en el horno, se somete la vajilla a una cocción inicial, para después dejarla en una atmósfera reductora en torno a 830º, momento en el que se funde el pigmento, y se consolida y adquiere su naturaleza el recubrimiento. Para enrojecer únicamente la pasta, al final de dicha cocción se introducía en el horno una atmósfera oxidante -con abundante cantidad del mismo-. Asimismo, para lograr el aspecto rojo brillante de la sigillata, en primer lugar se escogía un barro colorante con mucho hierro, sometiéndolo a fuego oxidante, mientras que en el barro líquido del pigmento intervenía el caolín. Este requería una temperatura de 920º, de modo que la actuación del fuego oxidan en el horno a 950º consolidaba el pigmento exterior al igual que la pasta, enrojeciendo la vasija de forma definitiva (Beltrán, 1990: 21).


Las piezas a cocer se colocaban en los hornos mediante los correspondientes adminículos, destinados a impedir el roce entre sí de las distintas vajillas; no obstante, en otras ocasiones, simplemente se apilaban cuidadosamente -como demuestra la huella del pie que deja una vasija sobre otra-. Es evidente que la agrupación de las distintas formas cerámicas en series metrológicas relativamente cortas debía favorecer la fase de apilamiento en el horno, y, por lo tanto, agilizar el proceso productivo (Beltrán, 1990: 24).


Esquema de un horno de terra sigillata (seg. Duhamel)

Esquema de horno de terra sigillata (seg. Duhamel, 1975, en Beltrán, 1990)


Conocer el procedimiento de producción de las cerámicas romanas por parte de los alfareros nos aporta el profundo conocimiento que tenían estos sobre la cocción de dichas piezas.


Durante un prolongado periodo de tiempo, los estudios sobre las cerámicas romanas en Hispania se han centrado en la identificación de las producciones mejor representadas y en la confección de sus repertorios tipológicos. Sin embargo, el progreso de la investigación nos ha aportado una etapa de maduración y renovación metodológica que le otorga a las piezas cerámicas una gran importancia por su localización en el espacio-tiempo (Fernández Ochoa, Morillo y Zarzalejos, 2015: 11). En próximas entradas del blog analizaremos diferentes tipos de vajilla fina de mesa romana altoimperial y su importancia conceptual en Hispania.



Bibliografía


Beltrán, M. (1990): Guía de la cerámica romana. Libros pórtico, Zaragoza.


Fanlo Loras, J., Soro, A., Pérez Lambán, F. (2010): "Tecnología cerámica experimental: cuestiones en torno a la construcción de cuencos de Terra Sigillata y las decantaciones de los englobes". Estrat Crític: Revista d'Arqueologia, Nº. 5, 2, págs. 225-231.

Fernández Ochoa, C., Morillo, A., Zarzalejos, M. (2015): "La cerámica romana, de fósil director a herramienta de investigación". En Fernández Ochoa, C., Morillo, A., Zarzalejos, M. (eds.): Manual de cerámica romana II: Cerámicas romanas de época altoimperial en Hispania. Importación y producción. Museo Arqueológico Regional, Madrid.


Roca Roumens, M. (2005): "Terra sigillata itálica". En Roca Roumens, M., Fernández García, Mª I. (eds.): Introducción al estudio de la cerámica romana: una breve guía de referencia. Servicio de publicaciones de la Universidad de Málaga. Málaga.

Sotomayor, M. (2005): "Prólogo". En Roca Roumens, M., Fernández García, Mª I. (eds.): Introducción al estudio de la cerámica romana: una breve guía de referencia. Servicio de publicaciones de la Universidad de Málaga. Málaga.

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