Cerámica romana altoimperial IV: la terra sigillata hispánica
La terra sigillata hispánica es el fruto de la creación de diversos centros de fabricación en Hispania dada la popular expansión de estas vajillas a partir del siglo I d.C.; la aparición de estos talleres es el resultado del intento de imitar las producciones itálicas y gálicas en el Altoimperio. La sigillata hispánica suplanta a la gálica en todos los mercados a partir de la época flavia, fenómeno debido sin duda al papel de los negotiatores que condicionan -en alguna medida- la producción (Beltrán, 1990: 111).
Aún existen ciertos interrogantes en lo referente a los precedentes inmediatos de las primeras producciones de sigillata hispánica (Beltrán, 1990: 11); se conocen producciones de sigillata que se desarrollaron en la zona septentrional de la Península Ibérica anteriormente al desarrollo de la sigillata hispánica -propiamente dicha-, y que constituyen versiones más logradas que otras producciones de itálica o sudgálica (Romero Carnicero, 2015: 152).
Tras las primeras experiencias de estas producciones, Tritium Magallum -Tricio, Nájera, Arenzana de Arriba, Arenzana de Abajo, Manjarres, Sotés, y Bezares, en la Rioja- se erige como el mayor foco y motor de la gran industria de terra sigillata hispánica; sin embargo, ningún taller tuvo una exclusiva dedicación a la producción de sigillata hispánica, pues, a pesar de ser esta su principal manufactura, la cerámica común, pintada o engobada -y otras-, podían alcanzar un volumen de producción mayor (Romero Carnicero, 2015: 154).
Talleres de Tricio, Bronchales y otros centros en Hispania (Beltrán, 1990: 122)
Las principales características de las producciones sigillatas de este centro son la pasta de color anaranjado -más tierna que la gálica-, con vacuolas y granitos amarillentos, así como por un barniz de tono rojo-naranja con una superficie granulosa (Beltrán, 1990: 112). Las investigaciones sitúan la producción de sigillata en los talleres tritienses en época neroniana avanzada; la comercialización de sus productos fue un fenómeno de época flavia (Romero Carnicero, 2015 (2015: 164).
En lo referente al centro tritiense, se advierte a finales del siglo I una densidad de ocupación en la periferia de dicho centro urbano, dando paso a un complejo abigarrado en torno a la propia ciudad; de hsta forma, se refleja un periodo de intensa fabricación, unido a una gestión programada y racional de los recursos. En la segunda mitad del siglo II, la sigillata hispánica se estanca, empobrece su repertorio, disminuye su producción y reduce numéricamente su distribución (Romero Carnicero, 2015: 166) -con altibajos, los alfares perduraron hasta comienzos del siglo V´ (Romero Carnicero, 2015 (2015: 164)-.
La buena disponibilidad de recursos, buenas arcillas y abundancia de agua, así como la excelente localización de Tritium en la red de comunicaciones y su proximidad al curso del río Ebro y a Vareia -su primer puerto navegable-, permitieron el desarrollo de la actividad alfarera de forma masiva y prolongada (Romero Carnicero, 2015: 161).
Por otro lado, cabría destacar el complejo alfarero de Los Villares de Andújar (Jaén), vinculado con la antigua ciudad de Isturgi; sus estudios han permitido conocer el establecimiento de tres generaciones -por el momento- de alfareros en dicho lugar, durante la época julio-claudia, flavia, y siglo II respectivamente. El complejo alfarero de Andújar movía un variado y gran volumen de productos, cuya salida al mercado exigía un gran esfuerzo de planificación, en el que no se podía obviar la creación de sucursales -en Málaga y Granada- dirigidas -en un inicio- a un comercio local y regional (Fernández García y Ruiz Montes, 2005: 141).
Taller de Andújar en Hispania (Beltrán, 1990, 123)
Destacando el amplio repertorio tipológico de las producciones de Andújar, estas se caracterizan -a rasgos generales- por una parta con abundantes vacuolas casi siempre de pequeñas dimensiones y con partículas amarillentas arcilloso-calcáreas -en ocasiones complicadas de identificar cuando la propia paste es de color claro-; se conocen tonalidades representadas mayoritariamente por la tierra siena tostada, rosa y ocre carne. El barniz es brillante, homogénea y adherente, de color rojo inglés (Fernández García y Ruiz Montes, 2005: 141).
En el momento en que el irrumpe la terra sigillata hispánica se origina la primera generación de alfareros en época preflavia, donde destaca una serie de officinae que parecen imprimir su sello a la producción; el inmejorable tratamiento de la pasta y del barniz ha llevado a confundir estos productos con producciones galas, y ocasionalmente con itálicas (Fernández García, 2015: 241).
Sin embargo, en el segundo periodo -donde se advierte una segunda generación de alfareros- se advierte una disminuición de la calidad en lo relativo a las características físicas de las manufacturas, así como una sintaxis decorativa cada vez menos creativa (Fernández García, 2015: 247). Dicha etapa se caracteriza por una serie de officinae que dejan su impronta a la par que se crea un gran movimiento productivo con cambios hacia una intensa comercialización a distintas zonas peninsulares y norteafricanas -se han localizado en Tamuda, reflejando la dinámica comercial que mantenían (Bustamante Álvarez, 2010: 150)-. Se trata del establecimiento de talleres de menor entidad en la actual Granada y en Málaga (Fernández García, 2015: 249), con el fin de dirigir su comercio a un ámbito local y regional; coincide con el momento cúspide y de mayor difusión del centro de Los Villares (Fernández García y Ruiz Montes, 2005: 141).
Finalmente, durante la tercera generación de alfareros, donde se originan transformaciones en los instantes finales del siglo I y que perduran hasta el siglo II, se conoce una pérdida muy notable de las cualidades físicas y ornamentales de las manufacturas (Fernández García, 2015: 249).
Como los diferentes estudios han ido demostrando, la dispersión de la terra sigillata hispánica en la Península Ibérica llegó hasta los últimos rincones; el centro de Andújar difundió sus producciones a lo largo de todo el valle del Betis y la Mauritania Tingitana, pero apenas se rebasan prácticamente los límites de la Bética, y se alcanza escasamente la provincia de la Lusitania. Asimismo, las vajillas de Tritium Magallum alcanzaron ampliamente toda la Península, destacando en intensidad en el área occidental y Norte, compitiendo ventajosamente con los productos de Andújar en el territorio marroquí. Por supuesto, no se minimiza la difusión de las producciones hispánicas en el Sur de Francia, o los hallazgos en territorio itálico, en Ostia (Beltrán, 1990: 117).
Terra sigillata hispánica (clickar)
Bibliografía:
Beltrán, M. (1990): Guía de la cerámica romana. Libros Pórtico, Zaragoza.
Bustamante Álvarez, M. (2010): El comercio de terra sigillata altoimperial en el Círculo del Estrecho: balance historiográfico y líneas de investigación. BAR Intenacional Series 2148, Oxford.
Fernández García, Mª I. (2015): "Terra sigillata hispánica de origen bético: un camino aún por recorrer". En Fernández Ochoa, C., Morillo, A., Zarzalejos, M. (eds.): Manual de cerámica romana II: Cerámicas romanas de época altoimperial en Hispania. Importación y producción. Museo Arqueológico Regional, Alcalá de Henares.
Fernández García, Mª I., y Ruiz Montes, P. (2005): "Terra sigillata hispánica de origen bético". En Roca Roumens, M., Fernández García, Mª I. (eds.): Introducción al estudio de la cerámica romana: una breve guía de referencia. Servicio de publicaciones de la Universidad de Málaga. Málaga.
Romero Carnicero, Mª V. (2015): "La terra sigillata hispánica: producciones del área septentrional". En Fernández Ochoa, C., Morillo, A., Zarzalejos, M. (eds.): Manual de cerámica romana II: Cerámicas romanas de época altoimperial en Hispania. Importación y producción. Museo Arqueológico Regional, Alcalá de Henares.